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Hace tiempo que no escribo un post más personal, así que hoy voy a aprovechar que tengo tiempo para exponer mis dudas acerca de lo que hacer el miércoles en el Madrid-Barça.

Cuando se dio el pase a semis elegí automáticamente la segunda opción, la de irme a casa de otro merengón reconocido a aislarnos del mundo que nos rodea. Así no me enfado con nadie. Allí, sin mayor ruido que el de la tele (que vaya si es ruido por lo malos que son los narradores), la receta era sencilla: unas cervecitas y mucho sufrimiento; rezos y más rezos; y suerte. Mucha.

Hoy, no lo tengo tan claro. Lo peor es que creo que no tiene nada que ver con los últimos resultados, menos desfavorables, sino que lo asocio con que me apetece ver ese partido con gente. El único problema es mi manía persecutoria contra los que no saben respetar al prójimo como a sí mismos. Aquellos que cantan un gol del contrario sin darse cuenta de que, quizá, pueden estar fastidiando. O los que lo hacen precisamente por eso, añadiendo la coletilla tipical spanish «que se jodan». Y como ver el partido en casa significa verlo con dos culés, un madridista renegado en deportivista, y otro merengón, tengo mis dudas.

Así que básicamente va a depender de con qué pie me levante mañana, y de las ganas de guerra que tenga. El proyector que tenemos en casa tendrá un peso en la votación, claro está…